Encerrados por allí

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EL MURCIELAGARIO
Jaime Vega

En el Quito de antaño existieron varias cantinas, unas de “mala muerte” y otras más exclusivas. Los cafés, bares y restaurantes eran centros de tertulia. Una de estas cantinas exclusivas, por allá en los años 40, era el Murcielagario, que funcionaba en una casa de la Ronda, cuyo dueño era un tal señor Martínez. En esta cantina que daba a la esquina, se vendía licor y hornado, todo financiado por el Cmdte. Antonio Alomía Larrea (Jurado, 1996); las tertulias de los chullas en este sitio eran exquisitas. Les dejo aquí con una descripción de la misma, hecha por Dn. Jaime Vega Salas, en su libro Reminiscencias:

Esta cantina de “ alta alcurnia” quedaba en las calles Venezuela y Morales, bajo el puente, y se podía llegar por las dos arterias (estoy metiéndome en campo difícil) o por la 24 de Mayo, desde ese entonces, lugar de reunión de las malas para algunos o bien buenas para otros, llamadas “fishficas” y de sus “romeos” los “shugas”. El “Murcielagario” era el lugar de cita de intelectuales. Solían asistir Carlos “Diletante” Endara, bohemio genial que decía: - “ mi buhardilla se emborracha de sol... y yo me emborracho de ajenjo y en mi tumba seguiré con mi borrachera de amargu­ ra”; César Monge, que llegó a ser Subsecretario del Ministerio de H acienda, hoy Finanzas (y que finanzas... compañeros, que hace la metamorfosis en las aduanas: fueron pobres y se hacen nuevos ricos). En el tiempo que nos ocupa, no habían estas finanzas y por eso el “Güingo” Vega decía: - “César habría caído mejor en el Ministerio de Agricultura, porque siempre estaba arando”. Concurrían también el “Mocho” Nieto, el historiador “Bocón” Zaldumbide; Eliécer Enríquez, que fuera por muchos años Director de la Biblioteca Municipal; Jorge Carrera Andrade; Ernesto Noboa Caamaño; y en fin una pléyade de hombres inteligentes, buenos escritores, ( no escribidores [sic.] a sueldo, como hay ahora), pintores y músicos. En fin, hombres nobles, leales y buenos amigos. Allí discutían con pasión, con lógica e inteligencia (lo contrario del Congreso). En ocasiones se trenzaban, a los “cuescos” pero generalmente las “ peleas fueron de boca”.

Debemos indicar que el dueño del salón llamado “alairito”, era muy flaco, la esposa de Lucho, era la “ medio litro” ( por lo pequeñita) Antuca. Cuando los “chullas” estaban “libando como guindes”, no dejaban entrar a nadie, el salón era sólo para ellos. “Estos chullas con gran tocte, -comenta­ ban- a más de ser inteligentes, de mucha ‘chispa' y fósforo, son ‘botarates', por eso, nos dejan mucha ‘ lana' y además se aprende bastante.” Les contaban a sus amistades y allegados: “No hay que fiarse de las apariencias, hay que huir del buen manso, no hay que despertar al león dormido”, ( ahora creo que nunca duerme), “es mejor parecer vivo cobarde, que muerto valiente”, y así luego de esgrimir los refranes que habían aprendido de sus habitúes, seguían: “ cualquiera de ellos es bueno para un guiño, por ‘z umbambicos' que estén, a cualquiera “le chilpen el hocico.”

Tomado de:

Vega, Jaime.1996. Reminiscencias (En busca del Quito perdido). Quito-Ecuador. p. 8. (http://www.quitoeterno.org/spaleyenda.htm)

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