El jardinsito ese....

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El Jardín Secreto


Sucedió que no, ella no lo merecía todos sus pensamientos se confabulaban en sacar conclusiones de este nivel, era demasiada la presión de su exuberante belleza y su forma de engañarlo, decidió matarla. No era un hombre muy sociable, para ser sincero un aceptable aspecto físico; pero en muchos de los casos las personas rehuían de su forma de ser; parecía no ser ni siquiera agradable escucharlo hablar ni escribir. Su desesperación era tan abrumadora que su mente no se alejaba del extraño pero excitante deseo de verla tendida en el suelo. No era un enfermo, no fumaba no bebía, mucho menos se drogaba tenía una admirable salud de la cual pocos sabían. Él vivía en una barrio no muy privilegiado de la ciudad central del país en una casa rudimentaria de madera donde ella habría encontrado un hermoso jardín uno secreto el cual ella amaba; él era una figura solitaria solo sus pensamientos parecían acompañarlo y a veces ni estos mismos, en muchas ocasiones o digamos casi siempre estos se enfocaban en otra persona. Despertaba también en su mente esa imagen perturbadora de ella con otro hombre en aquella cama del hotelucho ese, en medio de la cuidad; del cual salió corriendo de la habitación, sonriendo.

Apartando su recuerdo, comenzó a planear cual sería la forma mas placentera de matarla porque al final de todo si la iba a asesinar debía disfrutarlo. Muchas de esas historias urbanas de muertes se pasaron por su mente, hermosas y casi artísticas formas de quitarle la vida a alguien, estaba dispuesta a soportar la culpa o más bien no pensó en lo que pasaría después de que lo lograra.
Para su amplía imaginación debía matarla lo más rápido posible pero pensó también que debía provocarle un sufrimiento mucho más grande al que él había pasado o más bien estaba pasando.
En un pueblito como ese todas las cosas se llegan a saber incluso lo que uno planea tener más, en secreto, y como tal llegó a sus oídos algunas oraciones sobre ella; para el lo más tormentoso e inaceptable era que lo que había escuchado, fue seguramente muy bien alterado por las lenguas pasajeras, sin lugar a duda la historia ya contenía algo de cada uno de los habitantes del lugar.
Tomo la decisión de verlo con sus propios ojos, no era un hombre con mucha fe que se pueda mencionar así que tenía que cerciorarse, dejó en su casa de madera, a su perro y sus libros y uno que otro bolígrafo sin tinta.

Regresó tarde un poco pasada la media luna, no tenía aspecto de haber encontrado algo muy emocionante.

Veló en la noche un poco aburrido de revolver argumentos en su cabeza, finalmente llegó a su primer plano la idea, un estallido de silencio que lo inundo, no sería tanto la forma en que ella moriría sino como la mortificaría antes de hacerlo pues tenía que disfrutarlo; así que busco unos papeles del archivador color marrón junto a la ventana y una pluma que misteriosamente encontró en su escritorio, como si alguien supiera ya que es lo que iba a hacer
Las ideas de que escribir comenzaron a flotar y a salir al aire de repente no solo era el quien las pensaba sino que se sumaban replicas de su mente, que según parecía seguían el mismo propósito.
Pudo incluir en unas siete cartas o redacciones todo lo que por ella pudo haber sentido o sentía en ese momento se las envió todas o prácticamente se tomo el tiempo de depositarlas él mismo dentro de su buzón.

No imagino la experiencia cuando ella pudo leer todas estas letras; tuvieron que pasar algunos meses para que una carta final llegue a su puerta directamente, su contenido no era muy relevante aunque tengo que decirlo no contenía ninguna amenaza, solo una firma que relataba de un observador nocturno o algo así; lo había puesto para despertar cierta sospecha pero no para buscar problemas.
Su ira se desencadeno él tuvo que hacer muchas cosas extrañas en el jardín trasero y en la estancia de su casa, y no vio más a lo lejos que un reluciente cuchillo en la pequeña mesa, tomo su sombrero negro con plumas del mismo tono, su abrigo más fino y podía notarse algo que brillaba entre sus manos. Llegó a su casa no tuvo necesidad de forzar la puerta y la tomo por el cuello. El blanco cuchillo cayó al suelo y él la arrastró como la peor basura del mundo; nadie notó cuando el la metió a su jardín trasero.

Nadie o casi nadie sabe con exactitud que sucedió pienso que su muerte será una misterio para todos nosotros incluso para él, me lo afirmo vertiendo una vez más la comida del ciego perro y mirando luego a su hermoso jardín por la pequeña ventana.

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