Mangos

|


Voy por la congestión de los autos de las 16:30 de un viernes. Fiestas resuenan en los pobres oidos de las personas de ciudad. Me siento sólo. Voy tarareando "I dont wana be your friend, I just wana be your lover, no matter how it end, no matter how it starts" (Radiohead). Ya no voy por la calle, solo voy dejándome andar, viviéndo desde el interior de mis párpados en los que se proyecta ese abril donde estabas tú sola mirando, que se yo, con la vista perdida, y vuelvo a ese instante en que el aire que se respiraba no podía ser otro que el que se respiraría durante un concierto de Piazzolla y Gardel, los dos juntos a la vez por allá por Argentina, un par de Bandoneones y Violines vibrando sus almas de instrumento. Vuelvo al lugar, y de repente pasas tú, estás ahí viva, con tus cabellos llevados por el ritmo del violín de Joshua Bell cuando interpreta a Shubert o a Mendelson, pero no sabes de ese abril, ni sabes de este pensamiento, y solo pasas. Detrás de ti va mi nariz silenciosa leyendo tus promesas. Diciembre. Se acercan los fríos y las lluvias, y es época de mangos y limosnas. Las personas estiran las manos por las ventanas de sus autos y arrojan los sueltos en las manos de niños que nacieron en la calle, pagan su tranquilidad y elevan las ventanas eléctricas de los autos mientras avanzan con la luz verde, pero no importa nada ya, porque pasas tú...

Sigo caminando fuera de las aceras y a metros de distancia sé que están preparando maní de dulce, porque la mejor publicidad es el mismo olor a maní, y me dan ganas de comprar fundas y fundas de maní hasta llenar la mochila, pero compro sólo una. Voy con maníes entre los dedos, voy comiéndolos de dos en dos, y voy masticándolos con los ojos cerrados, y estás ahí, en esa esencia dulce, y yo cantando "Is there anybody gone to listen to my story. All about the girl who came to stay? She's the kind of girl you want so much. Oh girl...! Girl..." Sigo caminando, y en el mercado las caceras me ofrecen frutas, trozos de ornado con las manos brillantes, empanadas de las que cae el azúcar recién puesta, me dicen: venga patroncito, mi-amorcitico-venga-pruebe, mi-rey-acá-le-servimos-el-doble. Me sonrojo y sigo mi camino, entonces me agarra de las fosas nasales un olor a mangos. Me ofrecen una caja pequeña de mangos por dos dolares con cincuenta centavos. La compro y voy cargándola hasta mi casa que no está demasiado lejos. Entro a mi casa, me lavo las manos llenas de polvo, astillas y jugo de mango, entro a mi cuarto, coloco la caja junto a la cama, comienzo a revisar mis registros fotográficos y pongo a sonar Chopin mientras te veo en la computadora y comienzo a escribir recordando tu voz, y los versos comienzan a perderse en si mismos.

Cojo un mango, lo limpio un poco y descubro que tiene manchitas negras salpicadas por aquí y por allá, descubro que mi cuarto se ha convertido en un santuario aromático y no se porqué razón comienzo a cantar: Te amaré, aunque tenga final, te amaré en lo profundo, como tengo que amar, caen débiles un par de lágrimas, te amaré como pueda, aunque no sea la paz, te amaré lo que queda, te amaré. respiro un poco y muerdo la cascara suave del mango que estuve amasando, "cuando acabe de amar, como jamás, como jamás, junto al viento, te amaré como único ser, hasta el fin de los tiempos, te amaré, y después, te amaré” y comienzo a sentir su-tu-aroma, y no dejo que se escape ni un poco de néctar, y me vienen tus senos a la mente, y "ando como hormiguita por tu espalda, ando por la quebrada dulce de la seda", y de repente quiero tratarte como se le trata a un mango en épocas de diciembre, mirarte como siempre te he mirado, amante secreto de tu imagen, y quiero desprenderte de a poco y sin pena la primera prenda, comenzar a lamerte toda, lamer tus prendas. y comenzar a abrirte (poner Santana para vibrar nuestras pieles con su guitarra) irte desnudando de a poco, y sigo abriendo mangos por todos lados, y mi cuarto aparte de ser un santuario de aroma dulce, es un lugar donde suena una y mil guitarras, todas juntas mientras me enredo la boca en tus cabellos. Soy un hombre que ya no quiere comer carnes, ni azúcar, ni vino, ni nada, quiero comerte sóla, como me empiezo a comer los mangos de esta caja de madera seca, que van todos pegados unos a otros por el dulce en el que habita tu alma, y mientras me empalago por la boca y por todos los poros de tus fluidos, me dan ganas de mascarte, detenerlo todo y que entremos por alguna puerta o por ninguna, y abro otro mango y lo chupo como me chuparía tus labios, y abro dos más, y me amamanto como lo haría de tus senos, y alegre escuchando un Jazz me muero de ganas por probar tu sexo como hago con 10 mangos abiertos y lamo sus cáscaras una a una manchado la cara, y me elevo a las cumbres del sabor, y sin estar contigo descubro que estoy empalado el alma de tu alma, y no tengo ganas de volver a probar otra nunca más. Tu almíbar se escurre por los labios de mi alma.

0 comentarios: