aqua...

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Su nacimiento fue algo turbio, usual para otras criaturas. Consistió en el perturbador baile de cargas eléctricas que se dio lugar en las intimidades más profundas de dos nubes enamoradas. Un frenesí de energía que causó que ella naciera. Adormilada aún, comenzó a tener conciencia de lo complicado y simple de sus existencia. El descenso, su vida, ajustarse a la absurda lógica de la gravedad, tener un viaje a través del viento. Romper poco a poco cada una de las delgadas capas de silencio.

No tenía noción de sistemas de medidas mucho menos de física, pero sospechaba que su permanencia así, iba a durar poco, mucho menos de lo que cualquier gota hubiera podido imaginar

La tierra, ese color arenoso perfectamente desconocido para ella, se volvía cada vez más intenso, más cercano, y hasta tal punto más agradable. No había vuelta atrás, en realidad, nunca la hubo.
Pero había tiempo; o bueno existía eso que las nubes más grandes llamaban tiempo, eso, en lo que podías dejarte llevar por las suaves olas azules y hacer absolutamente nada. Eso mismo, todo el tiempo que dura la caída de una gota.
Comenzó a preguntarse, por qué caía; era claro que algo la arrastraba, que la impulsaba a adquirir una velocidad impresionante, y que, a pesar de su forma recién nacida, era mínima la resistencia que podía ofrecer a su trayecto.
Definitivamente se dio cuenta, de que, por más que lo pensara no podría hacer nada. Entonces en esos instantes de vacío y blanco le invadió otra duda -por qué debía caer. -No encontró respuesta en la búsqueda de lo más simple.
Probablemente su última pregunta era talvez la más importante, y la que debió formularse desde el principio; caer es morir ?.
Posiblemente para otras criaturas, no, pero para ella si. -Fue placentero y bastante desastroso tener una respuesta tan concreta, pero no había otro camino que aceptarla, y lo hizo.
Qué debía hacer,-no sé-, es complicado, cuando una gota, sabe que le va a suceder sólo puede disfrutar el viaje, su vida si se prefiere y el miedo no es una opción, de echo no habían opciones para escoger, y no tenía ganas de hacerlo.

Luego de un momento la rubia que estaba en la mesa más alejada del café "Ilusions Bleu" en París, al salir, recibió una pequeña caricia de agua en su mejilla...

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